¿Por qué los pájaros no se deprimen cuando llega el invierno y les toca cambiar de árbol?

Buena pregunta.

Pregunta que me he hecho hace unos días mientras caminaba por el Paseo de la Condesa en León. Es un paseo lleno de árboles, zonas verdes, flores, etc… por el que tengo que pasar habitualmente para ir de mi casa hacia el centro de la ciudad.

Hace unos días, como te decía, en una de mis caminatas rumbo a la academia de bailes a la que asisto, tomé consciencia de lo diferente que es este paseo en este momento (invierno) en comparación con unos meses atrás. (y no solo esos meses atrás, sino «nuevo» y distinto en cada estación, invierno, primavera, verano y otoño… aquí en León sí parece que hay cuatro, no como en mi tierra, Burgos, que allí dicen que sólo hay dos, la de invierno y la de tren…je,je,je…, toma chiste…).

Hace unos meses me acompañaban en este paseo cientos de pájaros «canturrenado» (me encantaba escucharlos al pasar, aunque no te voy a negar que mi mente «adicta a sufrir» me sacaba de ese disfrute pensando en que alguno de ellos me iba a regalar una «cagadita»).

¿Dónde están todos esos pájaros ahora? ¿Adónde se han ido? Como bien sabes, han seguido el ritmo de la naturaleza, se han adaptado a las «exigencias del guión».

¿Te imaginas a esos pájaros deprimiéndose y negándose a moverse de su árbol porque creen que «es el suyo», porque llevan unos meses ahí y están muy a gusto?  ¿Te los imaginas resistiéndose al cambio y tardando días y días en adaptarse a la nueva situación?

Of course que no.  Y nos llamamos «animales superiores».  ¡Cuánto tenemos que aprender!

La única certeza que tenemos es EL CAMBIO.

Ya lo dijo el filósofo Heráclito: «Lo único constante en la vida es el cambio».

Todo está en continúo movimiento.  Todo lo que nace, muere.  Y aún sabiendo esto, la mayor parte de nuestro sufrimiento viene por nuestra resistencia al cambio.

A un maestro zen le preguntaron:

  • ¿Qué es la cosa más notable que has aprendido en todos estos años de meditación y estudio?

A lo cual respondió:

  • La cosa más notable es que todos vamos a morir, pero vivimos cada día como si todo fuera para siempre, como si nuestra realidad no fuera a cambiar nunca, como si no fuéramos a morir.

Así es. Nos resistimos a cambiar, incluso cuando lo que tenemos enfrente no nos gusta, no es bueno para nosotros, nos limita, incluso cuando creemos que es una pérdida de tiempo, no nos viene bien, nos duele, etc… Aún así, pensamos que tenemos todo el tiempo del mundo y que ya lo cambiaremos algún día, y nos «autoengañamos» con un montón de argumentos convincentes para quedarnos tranquilos y seguir en lo conocido.

Nuestra resistencia al cambio, comienza muy temprano en la vida y continúa siempre. Desde niños empezamos a «sufrir»: «no quiero dejar el chupete», «no quiero quitarme el pañal», «no quiero empezar con biberón», «no quiero ir al cole», «no quiero dejar a mamá»…

Cuantos años resistiéndonos a lo innegable, a lo que siempre sucede. Hemos de desaprender tanto…, empezar a CONFIAR y observar a la NATURALEZA, gran maestra de este cambio.

Muchas veces, no podemos cambiar lo que tenemos «enfrente», pero sí podemos cambiar nuestra actitud ante ello. Un gran ejemplo es el psiquiatra austríaco, que sobrevivió en varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau.  A partir de esa experiencia, escribió el libro «El hombre en busca de sentido». Una de sus míticas frases es:

» Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos». Viktor Frankl

 Aceptemos esos cambios, aprendamos a fluir con ellos, experimentemos la grandeza de la vida, aceptemos que, muchas veces,  «Dios escribe recto con renglones torcidos». 

CONFIANZA en la vida, fuerza y determinación para cambiar lo que sí se puede cambiar y está en mis manos, serenidad para aceptar lo que no podemos cambiar, y sabiduría para distinguir entre ambas.

¡Por los cambios!  ¡Da la bienvenida aquello que viene! Porque lo que pasa, conviene.

Chin-chin

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