¿Para qué meditar? El post de esta semana responde a esta pregunta.  La respuesta viene dada por Pablo D’ors en una de sus ponencias.

Por si no lo conoces, Pablo D’ors es un sacerdote cuya misión es difundir la dimensión contemplativa de la vida cristiana. Es autor, entre otros muchos,  del libro éxito en ventas «Biografía del silencio», texto imprescindible para quienes se aventuren en la práctica del silencio. Tanto su escritura como sus ponencias y talleres son de una gran profundidad y sabiduría, pero a la vez su estilo es cómico y muy divertido.  A mi me entusiasma y me río muchísimo al escucharlo, suelo decir que prefiero sus discursos a cualquier «monólogo».

Si todos los sacerdotes «sermonearan» como él, estoy convencida que las iglesias se llenarían de «fieles».  Yo la number one.

 

¿Por qué meditar? 

Según Pablo, por 5 motivos:

  1. El primero es para conocernos a nosotros mismos. «Conócete a ti mismo» dice ya la famosa máxima inscrita en el Oráculo de Delfos.   La meditación es la manera más directa y «salvaje» de conocerse a uno mismo.  Es una vía inmediata, sin mediación de nada.   Para conocer a alguien tenemos que pasar tiempo y estar presentes con él, luego obviamente con nosotros mismos ídem.

Según Pablo existen dos vías de conocimiento de nosotros mismos:

  • La primera es la vía analítica o reflexiva. Es la que más utilizamos, se trata de conocernos a nosotros mismos a través de la razón.
  • La segunda es la vía meditativa. Solamente sentarse y escuchar.   ¿Qué sucede? Que aparece un espejo en el que tú te ves.  Empiezas a mirarte en ese espejo y quizá en un primero momento te decepciones porque empiezas a ver lo cotidiano en vez de llegar al «nirvana» muy deprisa. Empiezas a ver tus diálogos interiores, que si vas a cenar tortilla de patata, si vas a tener dinero para pagar tus facturas, etc…    Pero a pesar de todo esto que aparece en un primer momento, hay que mantenerse meditando, porque «si no atravesamos la prosa de lo cotidiano, no llegaremos a la poesía de este mundo» .   Algún día, ese espejo se romperá y comprobaremos que no era un espejo sino una ventana que nos lleva a un mundo nuevo por explorar.

2. Sólo si nos conocemos a nosotros mismos, podremos amarnos. Que es el segundo motivo por el cual meditamos: para poder amarnos a nosotros mismos.  

Sólo podemos amar realmente aquello que conocemos.

3. El tercer motivo es para amar a los demás.  Nadie puede dar lo que no tiene. Si tú no estás bien, si tú no estás lleno, no puedes dar a los demás, no puedes dar «bien» a los demás.

Meditar y ser compasivo van de la mano.  Para ver el nivel de «iluminación» de una persona mira su nivel de entrega, de amor y de compasión a los demás. Si no van de la mano, es de sospechar.  Ejemplos son figuras como Jesús o Buda.

4. El cuarto motivo es que meditamos para enterarnos de qué va la vida. Meditamos para VIVIR con mayúsculas. Meditamos para conectarnos con la vida.

Sólo podemos ver cuando corremos nuestros «velos».

5. Solamente si nos conectamos con la vida, podremos vislumbrar «algo» acerca del «misterio».   Este es el quinto motivo. Toda afirmación de Dios que no parte de una experiencia personal es teórica.  Meditamos para vivir esa experiencia.

Estos son los motivos que nos pueden animar a emprender este viaje hacia las profundidades del ser, pero hay que tener muy claro, que no va a ser un viaje fácil. Es más, al principio uno se encuentra con una serie de dificultades en esta experiencia del silencio:

  1. Dificultades corporales. Cuando nos quedamos quietos, lo primero que descubrimos es que estamos inquietos.  Además parece como si existiera una conjura de lo físico para impedirnos meditar.
  2. Distracciones mentales. «El ideal» no es el control absoluto de la mente, sino la absoluta aceptación de lo que la mente ES.
  3. Las heridas del alma o sombras.  Es todo aquello que en nuestra vida ordinaria hemos arrojado al inconsciente.   A través de la meditación emergen esas heridas para ser sanadas.  Al igual que no es posible bañarse y no salir mojado, no es posible chapotear en el barro y no mancharse, no es posible vivir y no tener heridas. Pero lo que sí es posible es sanar esas heridas.   Y no existe nada tan sanador, transformador y liberador como esta humilde práctica del silencio. En la meditación, nuestras sombras suelen aparecer de dos maneras:
    • Imágenes. Cuando la herida es consciente aparecen imágenes de nuestra herida y así sabemos de dónde viene.
    • Malestar: palpitaciones, dolores (de pecho, articulaciones, garganta…). Sucede cuando la herida es inconsciente.
    • Lo que tenemos que hacer en ambos casos, es mirar amorosamente esa imagen o ese malestar, durante un minuto y luego volver a la respiración o al mantra que utilicemos para mantenernos enfocados.   Así, con esa mirada amorosa hacia nuestras heridas, éstas se sanan.  Y esas heridas que se sanan ya no vuelven a aparecer.

Pablo en sus talleres y ponencias habla del que ha sido y es su maestro: Franz Jalics, jesuíta nacido en Hungría y afincado en Alemania.

Franz Jalics tenía «cuarenta y tantos» años y  estaba de misionero en Argentina, cuando fue secuestrado por los escuadrones de la muerte. Vivió atado a una columna, desnudo y encapuchado durante cinco meses.  En esta trágica experiencia de oscuridad él descubrió lo que era la meditación, lo que era la contemplación.  Y escribió «Ejercicios de contemplación».  Texto del que Pablo D’ors dice bebe constantemente.

Si resumiéramos todo lo que dice Franz en una frase, ésta sería:  «Lo que hace Jesucristo con el mundo, que es redimirlo, cada uno de nosotros estamos invitados a hacerlo en nuestra conciencia».  Podemos vivir en nuestro interior el proceso de redención.

Y te preguntarás, ¿qué es redención?  Redención es convertir el dolor en amor.  Es cambiar de signo las experiencias «negativas».  Es encender una luz en la oscuridad, que nada tiene que ver con querer vivir siempre en la luz.

Meditar es encender una LUZ en nuestra oscuridad y donde hay luz, ya no puede haber sombra.  No se trata de luchar contra nuestras sombras, sino de encender una luz.

¿Y cómo se hace esto?  Aprendiendo a abrazar amorosamente nuestras sombras. Abrazar es transformador, es lo que hace que una experiencia adversa se convierta en una experiencia propensa.

Todo este proceso de «purificación» de «limpieza», de «sanación» nos lleva a lo que en el budismo se llama «iluminación» o en el cristianismo «estado de gracia».

¿Y qué quiere decir esto? ¿De qué nos purificamos?  Del ego. De ese afán de autoafirmarnos y apropiarnos de todo.

Gracias a la meditación ese foco que nos ilumina permanentemente a nosotros y nos hace creer que somos el centro del mundo, empieza a girarse.  Se gira hasta que deja de deslumbrarnos, que es como estamos todos, deslumbrados por nosotros mismos. Ese foco por fin empezará a alumbrar la realidad y empezaremos a ver de verdad la vida.

Solamente ves la vida, si te quitas de en medio. Meditar es quitarse de en medio, es olvidarse de sí.

El mundo es sustancialmente hermoso, maravilloso, bello y bueno. Sólo podemos ver lo que tenemos dentro. Si no lo ves así, mira lo que hay dentro de ti.

Purificando el oído y la vista, aprendiendo a escuchar y mirar, tendremos un corazón puro.

Pablo acaba su ponencia con el siguiente cuento de Anthony de Mello:

  • – Usted perdone –  le dijo un pez a otro –  Es usted más viejo y con más experiencia que yo y probablemente podrá  ayudarme.
  • – Dígame – dijo el pez anciano y sabio.
  • –  ¿Dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes, sin obtener resultado – preguntó el pececillo.
  • – El Océano” – respondió el viejo pez – es donde estás ahora mismo. Esto es el Océano.
  • – ¿Esto? Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano –  replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte.
  • Y mientras se marchaba el viejo pez le gritó: – Deja de buscar pequeño pez, no hay nada que buscar, solo abre los ojos y mira, porque así no podrás dejar de verlo.

En la meditación cerramos los ojos para que cuando los abramos veamos la belleza de este mundo.

Como ves, nada de lo que Pablo dice tiene desperdicio.  Aquí te dejo el link de la ponencia completa, te aseguro que serán 57 minutos muy bien invertidos.

 

 

 

 

 

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