¿Cuál es la diferencia entre propósito y PROPÓSITO con mayúsculas?

Lo primero de todo ¡FELIZ y próspero 2017!

365 días completos (en principio si la vida quiere), bueno hoy ya 363 (ya se nos fueron dos) para VIVIR: para reír, para llorar, para alegrarte, para deprimirte, para ver el vaso medio lleno, para verlo medio vacío, para trabajar, para holgazanear, para divertirte, para sufrir…  ¡363 días para hacer lo que tu quieras!

Porque sí, tu, independientemente de lo que «haya fuera» , de lo que tengas alrededor, eres el/la que decide qué hacer con todo ello.

Y como no, hablando de hacer lo que tu quieras, hablando de qué hacer con todo ese tiempo, aparecen los propósitos.

Estas fechas son habituales para este tipo de ideas. Solemos hacer un «reset», solemos proponernos cosas para empezar el año de manera diferente.  Pero, ¿sabes? Solo un porcentaje muy bajo de los buenos propósitos que pensamos se inician de verdad en 2017 y de éstos, solamente otro porcentaje mucho más bajo se completa realmente durante el año.

¿Por  qué sucede esto? ¿Qué nos impide realizar estas buenas ideas y estos buenos propósitos?

Lo primero de todo es que no sabemos formular buenos propósitos o llamémoslo mejor objetivos.

Para que estos buenos propósitos se conviertan en objetivos que se puedan cumplir tienen que tener las siguientes características.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es qué queremos de verdad.

La mayoría de estos propósitos que nos solemos hacer en año nuevo son deseos sin más, son cosas que nos gustarían, pero que si no las obtenemos no pasa nada.

Pregúntate: ¿Qué pasa si no consigo esos objetivos? Si contestas nada, es que no es algo que realmente anhelas, no es algo que de verdad quieres y no es algo que vaya a ser trasnformador para ti. Si lo que contestas te duele, no te gusta, aprovéchalo para tomar acción y conéctate con ese dolor todo lo que puedas para impulsarte a ir a por ellos a lo largo del año.

Nos ayuda también preguntarnos para qué. ¿Para qué quiero yo estos objetivos? ¿Para qué quiero yo «X» o «Y» en mi vida? ¿Qué me va a dar ese objetivo si lo consigo? Si me emociono, si se me pone la carne de gallina al visualizarme con ese objetivo cumplido, si vibro y mi alma grita de alegría (aunque a mi ego le de miedo), es que voy por buen camino.

«Quien tiene un porqué para vivir, casi siempre encontrará el cómo». Viktor Frankl

Lo segundo, una vez que tenemos claro lo que queremos y nuestro para qué, es que estos objetivos tienen que ser  SMART. ¿Qué quiere decir esto?  Son las siglas (en inglés) de:

  • S – Específico. Hay que concretar. No vale decir quiero tener más salud, quiero ganar más dinero, quiero meditar más, quiero tener mejores relaciones. Todo esto es muy general y no sirve.  ¿Cuánta salud? ¿Cuánto dinero? ¿Cuánto tiempo quieres meditar? ¿Con quién quieres mejorar tus relaciones? Etc…
  • M –  Medibles. Tiene que ser un objetivo que se pueda medir.  Siguiendo con el ejemplo anterior: quiero pasar de fumar 10 cigarros al día a 5, quiero ganar 1.500 euros más al mes, voy a meditar 20 minutos más todos los días, voy a ir tres veces a la semana al gimnasio.  ¿Me explico? Todo objetivo se tiene que poder medir.
  • A – Alcanzables. ¿Hay alguien que ya haya conseguido eso? ¿Hay alguna estrategia probada de la que me pueda valer para conseguir eso que me he propuesto?
  • R – Realizables. ¿Con mis talentos, habilidades, recursos e ingenio actuales puedo conseguir lo que me he propuesto? ¿Es real para mi?
  • T – Tiempo. ¿Cuál es la fecha que me pongo para conseguir lo que me he propuesto?

Una vez que tengas tu objetivo, para comprobar si es SMART pregúntate lo siguiente:

  • ¿Es específico?
  • ¿Lo puedes medir?
  • ¿Alguien lo ha hecho antes?
  • ¿Tú tienes las habilidades?
  • ¿Tiene una fecha concreta?

«No existe rumbo favorable para el que no sabe hacia donde va».   Séneca.

El tercer punto a tener en cuenta a la hora de formular propósitos u objetivos de año nuevo es el COMPROMISO.

Habitualmente «funcionamos» mediante motivación.  Un día nos levantamos motivados por algo y es ahí cuando formulamos ese buen propósito. Ahora estamos motivados porque es año nuevo y hay que empezar, nuestra energía está a tope y nos decimos.., sí, sí, sí, sí…lo voy a hacer.

Pero ay amigo, a medida que pasan los días, nuestra psicología, nuestras rutinas, nuestros personajes, nuestras necesidades, etc…entran en acción y bye bye objetivos. Muchas veces, ni nos acordamos de que nos habíamos propuesto «X» al comenzar el año.

Como te digo, solemos funcionar por motivación y no por compromiso.  Lo hacemos así porque nuestro objetivo no es algo que queramos desde lo más profundo de nuestro ser, porque no tenemos un para qué importante y en consecuencia no tenemos la disciplina o la fuerza de voluntad para mantenernos firmes.    Solo son deseos, caprichos que creemos que nos van dar un placer momentáneo.  Y en esto estamos muy bien entrenados: ir a por el placer, huir del dolor.

Como ves, existe una gran diferencia entre MOTIVACIÓN y COMPROMISO.

No hace falta que sea día 1 de enero para tomar la decisión de transformarte, para tomar la decisión de ponerte en acción o inacción, para tomar la decisión de tomarte tu tiempo para averiguar qué es lo que quieres (no te digo que sea fácil ni rápido), para tomar la decisión de COMPROMETERTE contigo mismo, con lo que ERES y VIVIR.

No digo que lo que haces no sea vivir, pues claro que lo es.  Pero probablemente no sea VIVIR con mayúsculas. Es pensando-vivir. Sí, así es como vivimos: pensando-viviendo.   No hay experiencia directa con lo que ES. No hay entrega. Hay más mente que vida.

Te invito a que decidas, te invito a que te tomes todo el tiempo del mundo para encontrar tu/s objetivo/os para este 2017. A veces, si no encuentras TU OBJETIVO, si no sabes qué es eso que realmente anhela tu ser, puedes ponerte sub-objetivos, hasta que aparezca.

Y así caminando, dando pasos, podrás llegar a algún lugar diferente.

 

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